Ya no hay dónde esconderse. Nostalgia de un tiempo sin redes


 
"Cuando has nacido, no hay dónde esconderse"

Selva Casal (uruguaya)


Me pregunto a santo de qué nos afanamos en inventarnos rebuscados nicks o nombres de usuario, cambiar cada tanto las contraseñas, hacernos un perfil trucho por si acaso... 

Si después viene San Google y nos ofrece solucionarnos la vida con un clic, juntar todas nuestras cacharpas, hacer un atadito con nuestros datos, guardarnos las contraseñas, intervenir nuestros contactos, un número de teléfono para que estemos a salvo, la otra cuenta que abrimos por seguridad, por si nos entran a esta, y de paso, que consintamos en avisarle si nos movemos un paso (todo sea para saber a qué hora pasa el 144), que digamos "ok" así la próxima sabrán que somos nosotros los que hablamos...

Ya no hay dónde esconderse. El Gran Hermano lo sabe todo acerca de nosotros... hasta nuestros deseos más recónditos. Todo lo que podemos hacer es aprovecharnos de lo que a través de Él podemos averiguar sobre los otros. Una especie de espionaje mutuo y tácitamente aceptado. Funciona, es cierto. Si aceptamos las reglas, todos podemos hacer nuestro negocio.

De todos modos, quiero creer que si me dieran a elegir, elegiría mi niñez sin celulares, sin blogs, ni gps, ni chats, ni audios, ni redes sociales plagadas de contactos (fantasmas).